Actualmente, el colesterol LDL (c-LDL) es el factor lipídico más importante que se utiliza de forma rutinaria para evaluar el riesgo cardiovascular de un individuo. Sin embargo, un alto porcentaje de los individuos con Enfermedad Cardiovascular (ECV) presenta niveles de colesterol (c-LDL) normales.
En este sentido, hay estudios que demuestran que el 50% de los sujetos que sufren un accidente cardiovascular tiene niveles de colesterol saludables, c-LDL<100 mg/dL. Por tanto, las pruebas de lípidos estándares proporcionan una evaluación predictiva poco precisa del riesgo de ECV.
Para valorar correctamente el riesgo cardiovascular hay que conocer el número y el tamaño de las partículas de lipoproteínas que transportan el colesterol, más allá de su contenido lipídico, ya que dos personas con la misma concentración de colesterol pueden tener distribuciones de número y tamaño de partículas de lipoproteínas diferentes y, por tanto, diferente riesgo de ECV.
Es por ello que ya existen guías clínicas que recomiendan la determinación del tamaño y el número de p-LDL, más allá de su carga lipídica, para fijar objetivos terapéuticos, aunque también para evaluar el riesgo cardiovascular de un paciente o valorar la eficiencia de los diversos tratamientos prescritos.
Existen enfermedades que guardan relación con una mayor predisposición a tener estas alteraciones lipídicas, como son la diabetes mellitus tipo 2, la obesidad, el síndrome metabólico, algunas nefropatías, pueden desencadenar este problema cardiovascular.
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